"Yo: ¿Has visto esto al fondo, sobre una colina?
Él: Si, es verdad, hay algo allí.
Yo: ¿Nos acercamos?"
Y así aumenté mi lista de "descubrimientos" (= lugares que me encuentro totalmente al acaso sin haberlo planeado y ni sabiendo que existe), pero esto ya es tema para otra entrada.
Tras meterse por algunas carreteras secundarias guiados por aquella construcción en el alto del monte, llegamos por fin a un pueblo hasta este momento sin nombre.
Es curiosa la sensación de entrar en un sitio desconocido por la primera vez. Cuando lo tienes planeado previamente, llegas con algunas expectativas, sabes lo que te espera. Pero cuando te topas con algo inesperado en el camino, es mucho más emocionante.
Nada mas llegar al pueblo nos encontramos con parte de sus murallas y un pequeño arco de entrada. Al cruzar el arco te das cuenta que el pueblo no es tan medieval como te lo esperabas, pero tiene su encanto.
El pueblo parece que ha sido olvidado en el tiempo, pese a que era fin de semana las calles estaban medio vacías y el silencio se notaba. No me extraña que las murallas hayan aguantado tanto tiempo casi enteras, el lugar está perdido en medio de los campos de cultivo y me recuerda una película del año tchimpun, de estas que echan en la tele durante la madrugada.
Puedes hacer andando el recorrido casi completo de las murallas, y si tienes suerte de pillar un día bueno las vistas bien que se merecen una pausa para el disfrute.
Como podéis ver, las casas que se encuentran dentro de las murallas no han sido tan bien cuidadas y muchas se encuentran en un lamentable estado de abandono.
Aprovechamos la pausa para comer algo y nos encontramos una pequeña cafetería pegadita a las murallas y repleta de libros. El lugar era pequeñito y acogedor, con una comida casera buenísima.
Luego buscando en San Google me entero el porqué de tantos libros en la pequeña cafetería: En el año 2007 el pueblo ha sido nombrado Villa del Libro, un proyecto cultural inspirado en otras villas del libro existentes en Europa (Hay-on-way en País de Gales, Redu en Bélgica, Montolieu en Francia, Bredevoort en Holanda, etc.). El objetivo es, según la pagina web del Ayuntamiento de Urueña "la dinamización económica, cultural y turística a partir de la recuperación de los espacios públicos como lugares de compraventa de libros y la celebración de eventos culturales ligados a la literatura."
De lo que un día fue un Castillo, quedaron ruinas tras tantos años de su uso como cementerio.
Fotos @ LugaresQueVer