Como siempre, la mejor manzana es aquella que está en la
parte más alta del árbol, y en este caso no va a ser distinto. Después de
superar el mareo provocado por las muchas curvas de la pequeña carretera que serpentea el Valle de Guadalest, llegas a un pequeño pueblo que parece sacado
de un cuento. Pero no, este es de verdad.
Este pequeño pueblo ya existía en la época musulmana y pese
a que fue conquistado por los cristianos a mediados del siglo XIII retuvo hasta
la expulsión de los moriscos (1609) una abundante población islámica bajo el
señorío de distintos nobles aragoneses.
Pero no todo han sido flores para este pueblo escondido en la
cima de los montes: en junio y diciembre de 1644 se produjeron terremotos que
destrozaron el castillo. En 1699 el último Cardona Marqués de Guadalest murió
sin descendencia, lo que provocó una serie de disputas por la zona.
Durante la Guerra de Sucesión (1708) es Castillo de San José sufrió graves daños en su estructura y en el siglo XX (1953-1971) decidieron construir allí un embalse, lo que provocó importantes cambios en el paisaje de la zona.
Este pequeño pueblo cuenta hoy con 240 habitantes (INE2011)
que viven principalmente de los turistas que llegan desde la Costa Blanca
seducidos por el local, declarado conjunto histórico-artístico en 1974. Yo también terminé seducida como la mayor parte de los turistas y como una enamorada de los pequeños pueblos españoles puedo decir que hacia mucho que no me quedaba tan prendada con un lugar.