He estado muchas semanas luchando contra este post, pero ya no me quedan excusas. Así que ahí va.
Aquella mañana no hemos madrugado mucho. Solo nos quedaban 20km para llegar, íbamos con un día de adelanto en el planning y nos quedaban 2 días de relax en Santiago antes de volver a casa el sábado. Sin prisa.
Al salir del albergue de O Pedrouzo, el día aún no había amanecido pero ya se notaba el gran movimiento de gente hacia el camino. A los pocos minutos de empezar, nos encontramos con el brasileño simpático que conocimos el 9º día antes de llegar a Sarria. Poco he hablado yo aquí sobre la gente que conocimos durante estos 13 días de caminada, no me acuerdo sus nombres (al igual que nunca me acuerdo del nombre de nadie), pero me acuerdo bien de los momentos que pasamos juntos.
Pues bien, encontramos al simpático brasileño mientras caminábamos por la profunda Galícia rural, hablamos durante kms hasta que él decidió parar a tomar un café con otros peregrinos y nosotros decidimos seguir. Aquel carioca, recién jubilado del departamento de marketing de Petrobras, que llevaba un mes andando solo desde Saint Jean Pied de Port nos contó su vida durante los kms que compartimos lado a lado. Volvimos a encontrarnos en el albergue de Morgade, él llegó mientras nosotros comíamos y tras una pequeña pausa siguió hasta el siguiente pueblo, lleno de energía.
Encontrarle de la nada en medio de la calle oscura aquella hora de la mañana fue divertido. Mal sabíamos que esta no seria la ultima vez.
Se notaba que esta era la última etapa antes de Santiago. El camino estaba más lleno que nunca, gran parte de la gente con la que nos cruzamos en el camino parecían estar allí apenas aquel día, para pasar el rato. La mezcla de peregrinos de todos tipos, desde todas las rutas, se hacia más evidente en este tramo. Ver a tanta gente buscando lo mismo - llegar a Santiago - hace con que te des cuenta del poder de atracción que tiene esta ruta milenaria.
La última etapa pasar por detrás del Aeropuerto de Santiago por lo que durante unos cuantos kms caminas bajo aviones despegando y aterrizando mientras te ensordeces con el ruido de sus motores. Si te gusta el mundo de los aviones, te puede parecer interesante, pero yo terminé algo molesta con el ruido. Si no fuera porque la ruta es bonita...
Han sido muchas las etapas en las que nos hemos encontrado con verjas como la de abajo llenas de cruces de madera hechas por los peregrinos, pero ninguna tan larga como esta. La foto corresponde a un pequeño cachito suyo, la imagen de la verja completa es digno de una obra de arte.
Por cierto, si estás controlando los morrones de marcan los kms hasta Santiago, aviso: no coinciden con la real distancia hasta el Santo. Estas míticas piedras han sito colocadas a lo largo de la ruta antes de la construcción del Aeropuerto, cuando la ruta ha sido algo modificada ampliándola en un par de kms. La historia nos la contó el recepcionista del albergue de O Pedrozo, no tengo ni idea de si es verdad o no, pero aquí os la dejo.
Pensábamos que iba a ser una etapa sencilla, después de casi 300km y un par de semanas caminando, estábamos mas entrenados aunque arrastrando los dolores musculares de los muchos días sin descansar y de las ampollas que aun no se habían curado. Es hasta gracioso ver a los vídeos y la forma tan torpe como caminamos.
Pero no, no ha sido mi mejor etapa. La subida al Monte del Gozo me ha dolido, el sol calentaba y había tanta gente como en la Gran Vía de Madrid un domingo, o eso me lo parecía a mi en aquel entonces. Aunque ahora cuando miro las fotos y los vídeos, no me parece que estaba así tan lleno. Percepciones, en fin.
Mis sinceras gracias a aquél anónimo abuelo gallego que ha subido el Monte del Gozo conmigo mientras me tomaba el pelo por lo blandengue que parecía y a la vez me daba ánimos para seguir subiendo, quedaban pocos kms según él.
Paramos un momento en un bar antes de la siguiente subida para tomar un café y me encuentro con un "top-manta" en plena calle vendiendo souvenirs del camino: conchas, imanes, gorros, camisetas y todo lo que se te ocurra. Sí, - pienso yo - el turismo masivo se va a tragar el mundo.
Seguimos.
La llegada al Monte del Gozo ha sido algo decepcionante. Habían decenas de autobuses aparcados y una cantidad inhumana de turistas mezclados con las barraquitas de souvenirs digno de la Plaza del Sol un día de primavera. Tampoco he encontrado nada en aquel monte que nos despertara el interés. Era apenas un monte con mucha fama, pienso que merecida hace siglos pero no tanto hoy día.
Bajamos el Monte, cruzamos el viaducto y entramos en Santiago. Caminamos largo rato por sus callejuelas hasta que por fin las torres de la Catedral decidieron asomarse a saludarnos desde lejos. Es cuando las ves la primera vez, incluso a esta distancia, te empiezas a reír como un tonto y te acuerdas que la jornada se termina. Y poco a poco la felicidad da paso a la nostalgia.
Al llegar a Santiago, nos enteramos de que mientras caminábamos desconectados del mundo, un montón de ciclistas pedaleaban en la Vuelta de España, y que ésta terminaba el domingo en la Plaza del Obradoiro. Resultado: todos los hoteles estaban llenos y los albergues bastante saturados. En uno de estos acasos de la vida, encontramos una habitación en una casa de familia a apenas dos manzanas de la Catedral, ubicación inmejorable.
Pasamos el tiempo que nos quedaba libre deambulando por su casco antiguo, mezclándonos con la gente y encontrando, siempre por casualidad, a unas cuantas caras conocidas este medio mes de ruta. Volvimos a encontrar aquel padre e hijo que llevaban 5 años haciendo el camino juntos (una semana/año) y que compartieron albergue con nosotros en Triacastela y Morgade además de muchos kms de ruta hasta Sarria. Nos echamos muchas risas juntos todos estos días y más el último.
También reencontramos a la brasileña de Melide con su pareja guiri, más unidos que nunca.
Mientras esperábamos en la cola para recoger nuestra Compostela, nos encontramos al brasileño, aquel simpático del inicio de este post. Estaba en éxtasis tras su llegada a Santiago, con más vida que nunca y ya preparándose para seguir caminando hasta Finisterre antes de volver a Brasil.
Al entrar en una de las muchas tiendas de souvenirs de su casco antiguo, encontramos a aquél francés majete que me dio buenas recomendaciones para curar las ampollas de los pies ademas de prestarme su crema de ácido hialurónico la noche que pasamos en Foncebadón.
Este francés fue quien nos contó que este año 2014 se celebran los 800 años de la peregrinación de San Francisco de Asís a Santiago, y que por lo tanto la Iglesia del Santo estaba dando Compostelas especiales en su honor. Y a la Iglesia de San Francisco fuimos, a por la segunda.
Y claro, no podíamos irnos sin ver al Botafumeiro bailando en el crucero de la Catedral durante la misa del peregrino (aquí el vídeo). Impagable.
Y claro, no podíamos irnos sin ver al Botafumeiro bailando en el crucero de la Catedral durante la misa del peregrino (aquí el vídeo). Impagable.
También he "trabajado" un poco durante el Camino. Uno de mis clientes en el mundo del Marketing Digital estaba terminando su segundo peregrinaje y volvía desde Finisterre justo cuando estábamos en Santiago, por lo que quedamos una mañana a tomar cañas en la Plaza da Quintana, un sitio muy agradable justo detrás del ábside de la Catedral, con poco ruido, música en directo y un camarero cubano de los más majos.
Y así se acabó el Camino. Parece increíble que algo que te haya hecho sufrir y llorar tanto los últimos 13 días pueda producir una morriña tan grande en tan poco tiempo. Lo he dicho y repito, el Camino está hecho para masoquistas y aunque nos cueste admitirlo, a todos nos viene bien un poco de sufrimiento de vez en cuando para ayudar a valorar muchas cosas en la vida.
